Lo bueno fue que el tiempo permitía disfrutar, a pesar del frío, de las excursiones buscando esos remotos, austeros y solitarios monumentos románicos que, aprovechando además la visita fuera de temporada, mostraban un aspecto mucho más cercano a su habitual soledad que en medio de esas jaurías de domingueros o estivales visitantes.
Encontramos pues algunos lugares que, no por esperados, han sido menos sorprendentes. Si Aguilar, Moarves de Ojeda o San Salvador de Cantamuda, cumplieron de sobra las expectativas, la sorpresa del viaje, esa guinda por la que piensas que ha merecido la pena, fue la iglesia de Santa Cecilia en Vallespinoso de Aguilar. No la busquéis en Google: el hecho de que no aparezca en la biblia de hoy dice mucho lo sorpresivo de su aparición.

Más sugerente aún, la vista a los pies de la capilla de un pequeño cementerio. Solitaria en él destaca una única cruz, aún con flores a sus pies. La soledad de esa cruz en el cementerio y la soledad del cementerio entre los campos de esta castilla fría, son toda una metáfora de la austeridad y dureza de esta tierra. Seguro que Machado amaría este lugar.


No pudimos destacar en este viaje ningún referente gastronómico. Ni la Posada del monasterio de Santa María la Real ni el Parador de Cervera (probablemente los lugares más recomendados de la zona) me parecieron destacar por su calidad. La comida en la Posada me pareció pretenciosa. Las abundantes salsas tapaban cualquier sabor original del producto, el servicio atento pero manifiestamente mejorable. Al menos el lugar era agradable y tranquilo. Probablemente, como alojamiento sea incluso mejor que como restaurante. Sin embargo, las dos veces que hemos intentado ir estaba completo.
En el parador de Cervera, un lugar feo exteriormente y abigarrado, envejecido y triste interiormente, la comida no era mejor: una carta limitada y una elaboración casi vulgar se combinaba con un servicio atento (como es habitual) pero poco ágil (por debajo del estándar de Paradores).
Apenas hubo tiempo para disfrutar de la esplendida naturaleza de la zona. Una rápida excursión por las Tuerces y unos paseos por el embalse de Ruesga fueron apenas lo único que la naturaleza aportó en este viaje. Bien está acostumbrarse a no contar con ella ahora que su futuro es escaso.