Volvamos a Ourense para recomendar una escapada por los alrededores que nos llevará a rincones tremendamente hermosos, donde la armonía entre una naturaleza aún casi virgen y la hermosura de las viejas construcciones monásticas, perfectamente integradas en el paisaje, nos entregará a un pleno disfrute de los sentidos.
Nos dirigimos a San Pedro de Rocas. Este es un primitivo monasterio situado en el concello de Esgos (carretera OU 536) con unos 1500 años de historia a sus espaldas, desde que unos ascetas decidieron escoger este lugar para retirarse del mundo y orar a finales del siglo VI, cuando Galicia aún era un reino suevo, antes de ser tomado por los visigodo. Aún pasó unos siglos abandonados desde su fundación hasta que se funda una nueva comunidad en el siglo VIII, coincidiendo con la conquista árabe de la Hispania.
Hoy es un lugar tremendamente evocador, a pesar de la continua música ambiente que han elegido poner en contraposición con el silencio que en este lugar reinó y reina habitualmente.
Es un lugar rodeado de una vegetación exhuberante, de puro bosque gallego de robles, sauces, pinos. Arquitectónicamente destaca por su sencillez y por el sorprendente aprovechamiento de la estructura pétrea sobre la que se asienta como parte de la propia construcción. Las tumbas d sus habitantes, excavadas directamente en el suelo, refuerzan el entorno de melancolía propia de estos paisajes.
Si se visita cualquier duda plenamente gallego (húmedo, frío...) uno no puedo menos que estremecerse ante la decisión de pasar aquí y en las condiciones en las que hace más de mil años se vivía, el resto de una vida.
Desde aquí podemos seguir hacia Luintra y llegar hasta el hoy Parador de San Estevo o volver atrás y tomar la carretera desde las orillas del Miño.
Si elegimos cualquiera que no sea la carretera principal al Parador, tendremos una inmersión auténtica en el rural gallego más profundo. Y una alta probabilidad de perdernos y dar mil vueltas, dado que las indicaciones son escasas y válidas solo para los lugareños, pues indican solo las aldeas cercanas. Carreteras estrechas, bordeadas de vegetación, pequeñas aldeas con campesinos salidos de estampas de lso 60...
Y, al final, San Estevo de Ribas de Sil. Conocí este lugar cuando era una ruina y, sin muros apenas, pasabas directamente a sus magníficos claustros, el refectorio, las cocinas... Hoy es un Parador espectacular, quizás demasiado nuevo y brillante en un entorno en el que lo mejor es dsfrutar de la vejez de estas piedras históricas, en estos rincones de piedra y verde donde los monumentos de granito enmohecen hasta camuflarse en un entorno al que parecen pertencer desde siempre.
Por eso, mejor acercarse hasta otro monasterio cercano. Santa Cristina de Ribas de Sil, nos recuerda como se encontraba San Estevo hace apenas 20 años. Pero, a pesar de su ruina, mantiene un encanto especial. Apenas visible entre el esplendor del bosque, contiene una riqueza arquitectónica e iconográfica especial.
Difrutar en él de las vistas, pasear por el bosque que lo rodea o acercarse al extraño árbol- altar que algunos lugareños han erigido allí cerca puede culminar un día de excursión perfecto.
Podemos cerrarlo con un trayecto tranquilo en coche por estas carrterillas que bordean el cañón del Sil, parando a menudo a disfrutar del paisaje y, finalmente acercándonos a la zona de Sober para disfrutar de algún vino de Amandi y una buena cena en cualquier barecillo "enxebre" de la zona.
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