01 septiembre 2006

Recomendación: "Palabras bajo el mar" de Trías de Bes




Fernando Trías de Bes ha escrito un nuevo libro, la novela ‘Palabras bajo el mar’.

Aunque Fernando es conocido por su best seller ‘La buena suerte’ (escrito con Alex Rovira) y por su actividad en el mundo del marketing y la consultoría, cuenta con la ventaja, a la hora de enfrentarse a esta aventura literaria, de disponer de una sensibilidad más allá del mundo racionalista y economicista que su profesión hace suponer. Y se le adivina un bagaje cultural y unos anhelos de belleza propios, probablemente encorsetados por una actividad diaria que parece quedársele corta.

Para poder disfrutar de este libro debemos vencer una primera resistencia. Casi siempre, cuando nos enteramos de que alguien, que proviene del mundo del marketing, ha escrito un nuevo libro, nos entra el hastío habitual anta la publicación de un volumen más de obviedades basadas en experiencias personales (peor, profesionales) que nos describen las maravillas teórico-practicas derivadas de cada pequeña experiencia vital (peor, insisto, profesional) elevada a verdad religiosa. Nos tememos entonces el advenimiento de un nuevo “gurú”.

Si nos aclaran que no, que no es un libro de marketing, economía o análisis de tendencias sociales, sino una novela, el escepticismo, ya teñido de pánico, se acrecienta: ¡Dios! con la cantidad de libros buenos que hay que leer y aquí tenemos a otro autor que ha vendido un best seller y considera que saber sintaxis es equivalente a saber literatura (bueno, en el caso de Dan Brown ni siquiera se domina la sintaxis. Al menos su traductor).

Pero Fernando no es alguien que descubre el mundo desde el marketing, sino alguien a quien precisamente ese anterior éxito, un tanto accidental, le ha dado la oportunidad liberar al novelista que deseaba tener la oportunidad de darse a conocer. Ahora puede poner en práctica sin cortapisas esos anhelos. Porque cuenta con la ventaja de haber ganado lo que quería: tiempo para dedicarse.

Por eso esta primera novela suena a liberación y ansia. Liberación de una profesión satisfactoria pero que se le queda corta. Ansia por explorar los terrenos hasta ahora vedados por la falta de tiempo y oportunidades.

Como primera novela, “Palabras en el mar”, contiene las virtudes y defectos de quien asume la responsabilidad de escribir desde el deseo de que la obra se juzgue como literaria, como algo que tiene como fin más que la búsqueda de lectores (que ya tiene) la búsqueda de la belleza (y, así, de otros lectores).

Como primer apunte, entre las virtudes, destacaría que es una novela bien desarrollada y planificada, con una gran capacidad para generar un relato teñido de imágenes visuales muy logradas. Entre las carencias, desde mi punto de vista, señalaría un exceso de deseo formal, una búsqueda de la belleza y la forma que denota el deseo del autor por hacer entrar a la novela en el mundo de la literatura. Es un defecto explicable y común en las primeras novelas. Lo observamos en el exceso de adjetivación no siempre óptima (¿nubarrones omniscientes?) que lastra en ocasiones el ritmo del relato.

Al mismo tiempo, tiene logros importantes. Entre ellos, como ya he dicho, la capacidad de evocar imágenes que, además, configuran un universo muy propio lo que permite adivinar que esa capacidad imaginativa irá generando nuevas novelas e historias. A mí me ha parecido lo más particular y lo mejor conseguido en el libro: la habilidad en la creación de imágenes y visiones. Estas imágenes (el árbol de las letras, el ajedrez de insectos, el amigo Espíritu Santo…) suponen los momentos mejores de la novela, superando elementos más descriptivos y narrativos asociados a los personajes. Se construye así la idea de que la capacidad de ensoñación de Fernando supera o se adelanta en ocasiones a su reflejo narrativo.

Los personajes de la novela resultan caracteres muy particulares, fuertes, casi excesivos. No se puede hablar de un protagonista aunque el narrador es solo uno. El abuelo y el padre son caracteres casi terroríficos y forman con el niño una tríada de caracteres masculinos de personalidades desasosegantes. Por el contrario, los personajes femeninos, menos dibujados, aportan, aún dentro también de una perspectiva de infelicidad, un contrapunto de comportamientos racionales. Aunque solo sea por la huida (permanente de la madre, momentánea de la abuela) del yugo de las neurosis de sus maridos.

Quizás demasiada concentración de personalidades desequilibradas para mi carácter esencialmente racionalista (que es el que me aleja cada vez más de la literatura y las obras de ficción).

De entre los elementos más ambivalentes, los monólogos, clímax explicativos de las personalidades de algunos de los personajes. Por un lado, alcanzan algunos de los momentos mejores de la novela tomados uno a uno. En cada pasaje dedicado de forma monográfica a contarnos los momentos críticos de los personajes (el concierto del abuelo, la maternidad de Manuela,…) se logran páginas excelentes: la intensidad aumenta y el ritmo se ve menos lastrado por detallistas descripciones y su lectura es agradablemente ágil.

Por otro lado, y como contrapunto, el registro de los diferentes personajes es muy análogo en todos ellos y el recurso, por ejemplo, a introducir vulgarismos y tics en el discurso de Manuela, no logra mitigar esa sensación (la repetición de “el meollo del asunto” en este último caso se convierte en una muletilla fácil).

A medida que avanzaba en la lectura iban reforzándose ciertas agradables evocaciones de otra historia con la que se pueden encontrar puntos en común. Se trata de ‘El Sur’, de Adelaida Morales (he de reconocer que más bien se trata de la película de su pareja, Victor Erice, pues no he leído el libro, y sí visto la película, quizás una decena de veces).

Aunque bien diferentes (tanto en el desarrollo como en la trama), en ambas novelas se ven algunos temas comunes. La historia en flashback de una infancia, que nos transmite su difícil convivencia con un entorno familiar lleno de esos misterios que a los niños tanto inquietan, que disparan una imaginación todavía incapaz de comprender toda la complejidad de los sentimientos y relaciones adultas. También la repentina desaparición del progenitor o el transcurso de la historia en un “no lugar”: una casa alejada de una pequeña ciudad de provincias sin apenas comunicación con el entorno, donde la soledad es a la vez interior y circundante.

Pero, antes que estos elementos comunes, lo que realmente me llevó a pensar en ‘El Sur’ fue la figura de Manuela. No sé porqué pero enseguida adquirió la imagen de Rafaela Aparicio y desde ella surgió todo el recuerdo de la historia del Sur. Es desde que surge esa ecuación Manuela = Rafaela cuando racionalizo y busco el resto de paralelismos señalados.

Me gustaría comentar un último elemento, quizás el episodio que me produjo mayor cercanía personal. Se trata de la concepción de la amistad que evoca Fernando a través de los labios de sus personajes. Hay una desconfianza de los amigos, un desprecio de la amistad, que hizo que me acordase de mi abuela: siempre me intentaba inculcar una sentencia escéptica - o sea gallega- respecto al valor de la amistad. No sé si logró que lo interiorizase totalmente (un poquito, al menos, sí). En cualquier caso, cuando el lugar común es encontrarse con el elogio de la amistad fuerte, esta defensa del individualismo absoluto, incluso por encima de la amistad, resulta novedosa.

Haber logrado traer a mi memoria este recuerdo infantil es otro motivo para agradecer a Fernando Trias de Bes la escritura de su novela

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