De entre todo el románico del valle de Boí-Taull, al final os recomendaría esta iglesia. Quizás sea el momento en que la visitamos: ya de noche, cuando nos retirábamos después de un paseo por Caldes de Boí.
La iglesia aún no estaba iluminada (la encendieron, lamentablemente, un poco después). El pequeño pueblo estaba vacío y oscuro. Sin duda, ésta es la sensación que busco cuando visito cualquier iglesia o resto románico: transmitía aún la soledad, introspección y ambiente de una vieja iglesia. Como lo hacía el aroma a cera que aún existe en la iglsia de Vielha, ante el fantástico retablo. Además, la iglesia es de las pocas que conservan la estructura porticada que servía de refugio ante el duro clima de la zona a quienes a ella acudían. El cementerio colindante hacía de complemento ideal para una iglesia que por fin me dejo un buen sabor de boca en la zona. Lamentablemente no pudimos visitar el interior. O quizás haya sido mejor.
15 octubre 2006
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