01 abril 2007

The Manhattan Transfer

Retomo a Manhattan Transfer. Supongo que a muchos les suena a rancio, pero a mí, después de algún tiempo sin oírlos, me generan una inmensa paz, alegría y el goce de disfrutar de un sonido limpio y hermoso .


Sus voces nos llevan a los cincuenta. A la América postbélica pero optimista, de un blanco y negro que empieza a sustituirse por el color en grandes producciones en cinemascope. Con viejos Buyck donde viajan traqueteando policías o gángsteres totalmente indistinguibles, siempre acompañados del detective ex-policía, divorciado y bebedor. Con trajes que empiezan a abandonar el entallado de los veinte y treinta para, poco a poco, ir mostrando que una época menos tendente al traje y las formas, va ganando terreno en una indumentaria más holgada e informal. Comienzan las camisas hawaianas a aparecer en algunas películas. Pero aún se mantiene, por lo general, una tendencia a que los protagonistas sean crueles pero elegantes. Imágenes de cine negro e historias de Jim Thompson, W. R. Burnett o Davis Goodies.

Pero también se adivina ya un nuevo mundo en el que aparecen todas las comodidades que hoy se han masificado. Creo que nada de lo que hoy consideramos imprescindible faltaba ya (los principales electrodomésticos, la televisión, por supuesto, el coche, ciertas actitudes...), pero se mantenía en una escala más humana. Se podían encontrar cosas ya casi desaparecidas: desde algunos rincones aún no machacados por el hombre, hasta una infancia más libre y espontánea.

Pero no sabría seguir explicando racionalmente porque me gustan los 40 y los 50, especialmente en su versión americana. Supongo que es una cuestión estética, de ambiente, heredada del placer extraño que transmite la pintura de Hopper y las películas de John Houston (o el fantástico Atraco Perfecto de Kubrick)

Manhattan Transfer recupera esa música como si fuera una última época clásica, bañándola con cierto estilo de los dorados veinte.

La última vez en que la forma podía ocultar el fondo, haciéndolo más soportable, antes de que las apariencias dejasen de engañar.

Ahora, ya todo es como se ve: cutre pero en color.

Menos mal que Manhattan Transfer, Harry Connick Jr. o Janis Siegel nos hacen recordar a Sinatra.

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