26 agosto 2006

Weinberg frente a Glashow

De vez en cuando compro una tanda de libros de divulgación científica. En concreto, física. Me ha gustado siempre pero, tras ver el fantástico documental “El universo elegante”, de Brian Green, tuve que buscar el libro del mismo nombre y autor. Y, tras leerlo, seguir ampliando con otros en torno, concretamente, a la teoría de cuerdas y las teorías del Todo o Final.

Entre los de esta tanda, Steven Weinberg (“El sueño de una teoría final”) y Sheldon L. Glashow (“El encanto de la física”).




Soy bastante impaciente y, al igual que los niños hacen con sus juguetes nuevos, no puedo esperar para abrir los libros y "jugar" con todos a la vez. No puedo decidirme por empezar uno y relegar el resto: los comienzo todos y los hojeo. El que más me cautiva en esa cata, será el primero en ser leído. En esta ocasión, ambos me gustaron lo suficiente como para compaginar su lectura.

Y ha sido una bendición. Porque ambos son complementarios. Resultaba casi mágico pensar que, a kilómetros de distancia, años después de haber sido escritos ambos, alguien estaba leyendo a la vez dos libros que tenían unos orígenes muy semejantes.

Y es que no solo ambos tienen temas comunes (avances recientes en la física de partículas) sino que los autores nacieron ambos en Nueva York, acudieron al mismo Instituto, estudiaron ambos física y los dos ganaron el Nobel en esta especialidad. Y, a pesar de todo esto, los dos pertenecen a corrientes absolutamente opuestas de la física actual.

Weinberg defiende la “realidad” de la teoría física, la capacidad de la teoría de describir el mundo, aún más allá de demostraciones experimentales, la capacidad del razonamiento teórico-matemático para comprender el origen y funcionamiento del universo incluso adelantándose a lo que los exprimentos puedan confirmar. Glashow, pr el contrario, niega todo contenido teórico que no esté soportado por pruebas experimentales.

Weinberg defiende que la “belleza” de las teorías físicas (en cuanto que deben ser lo más simples e inevitables posibles) es en parte una prueba de su bondad o certeza. El trabajo matemático sobre una determinada teoría puede tener el mismo valor de prueba que la experimentación si ésta no es posible y la prueba matemática es simple, inevitable, “bella”.

La posición de Glashow se encuadra más en el positivismo, necesita la prueba experimental para asumir la verdad de la teoría. Y citar la corriente filosófica del positivismo no es un capricho.



El propio Weinberg la analiza en su libro y nos da una lección no sólo de física, sino de filosofía y sociología de la ciencia. Su capítulo “Contra la filosofía“ es espectacular por su capacidad para derrotar en su campo a filósofos y sociólogos jugando en su terreno y con sus armas: maneja una amplia bibliografía, conoce en profundidad las teorías en estos campos y los rebate convincentemente.

Es hermoso comprobar como el trabajo y los escritos de estos físicos transmiten realmente conocimientos y pasión. Teorías que se acercan a verdades fundamentales, a explicaciones últimas (última en la forma en que explica la última razón por la que una tiza es blanca: no os perdáis ese capítulo) al tiempo que abandona, desprecia lo proveniente de una filosofía o sociología convertidas hoy en meras imposturas, en palabrería hueca, en géneros literarios sin interés (¿Hay que citar otra vez a Sokal y su denuncia de las imposturas de la sociología y los escritos de la “postmodernidad”?).

En resumen, un par de libros de lectura más que recomendable, aunque me siento más cercano a Weinberg y su calidad tanto desde el punto de vista de la capacidad de divulgación como de la amplitud de tremas tratados es muy superior a Glashow . Éste, desde mi punto de vista, escribe mucho peor, desarrolla de forma más limitada los temas y su libro es muy redundante pues a medida que avanza se repite y pierde interés. En mi caso, encontré en él atractivos sobre todos derivados de su contraposición al de Weinberg y de ver como las posturas de uno y otro se enfrentaban.

Lo único lamentable con cada una de estas lecturas es revivir el error de haberme decidido por las ramas de “letras” que ahora me impide disfrutar con mayor conocimiento y profundidad de la belleza de estas teorías.

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