La explicación cuadra con el hecho de que una semana antes de las vacaciones de pascua sea imposible reservar un hotel en casi cualquier punto de España. Única posibilidad final: un hotel en Peñafiel. ¿Peñafiel? Bueno, es famoso su castillo, para pasar un par de días puede ser suficiente.
El Hotel es un antiguo convento rehabilitado: Hotel Convento Las Claras.
Eso es lo que dice la publicidad. Porque, una vez allí, lo mismo pudo haber sido un convento que una cárcel, un almacén de la Mesta o un puticlub. Prácticamente no queda ningún resto visible ni reconocible de tal convento o bien, alternativa no descartable, el convento fue construido en el XVI por un adelantado del feísmo que se impondría en el XXI en todo el territorio español. En todo caso, dispone de las consabidas comodidades de todo hotel standard (y sin personalidad) actual: algo de diseño, música por todas partes (aunque a un volumen soportable) y, por supuesto, la joya de la moda de lo “in” para la clase media a la última: “spa”.
¿Como habremos podido vivir sin spa desde la caída del imperio romano hasta hoy? ¿Cómo perdimos la costumbre de las termas y el lavatorium durante tantos siglo? ¿Porque la recuperamos ahora que nos desertizamos? Seguro que esa ausencia explica nuestro retraso como pueblo desarrollado e industrializado. Igual que ya todo el mundo juega al paddle y no hay urbanización que se precie sin su pista (estoy convencido de que hay más jugadores de paddle dominguero que aficionados al futbol, por muy inimaginable que parezca) hoy la clase media se apunta a la moda del spa con compulsión de guarro histórico, convencidos de que Felipe II perdió el imperio por su escasa afición al baño.
Con la tontería del spa y tanta importancia dada al baño como actividad de ocio (y de pago, por supuesto) va el hotel y opta por no poner bañera en la habitación. Sólo ducha. Inteligente: así si quieres darte un baño pagas un extra por lo que antes estaba incluido. Precisamente el baño tranquilo en la habitación del hotel puede ser un placer mucho más agradable e individual que compartir una bañera un poco más grande con otras docenas de clientes vociferantes. Si, además, la ducha está tan mal diseñada, con media mampara a ras de suelo que provoca riadas e inundaciones y convierte el baño en una pista de patinaje, habremos de felicitar al hotel por haber conseguido unificar turismo cultural (convento rehabilitado) de salud (spa) y de riesgo (salida resbaladiza de la ducha) en un solo local.
En el lado positivo, buen servicio en recepción y un restaurante honesto, sin alharacas pero también sin excesos en los precios. Por el contrario la cafetería es insulsa e impersonal, mal atendida por una chica rusa que bastante tiene con intentar entender lo que se le pide y soportar a todos los clientes seguro que por un salario insuficiente (aquí la dirección del hotel también ahorra y prefiere mano de obra barata a mano de obra cualificada, con profesionales de la hostelería)
Pasemos a Peñafiel: pueblo interesante pero heterogéneo, que mezcla casas de nueva construcción con algunos restos de casas históricas en un conjunto urbano que, de haber sido más protegido, tendría algo más que ofrecer que la plaza del Coso. Junto a la consabida arquitectura religiosa a la que no pudimos dedicar todo el tiempo necesario, y los museos, el centro de atención se desvía al Castillo. Es ciertamente espectacular su visión desde cualquier punto de los alrededores. Una vez dentro, la monótona e insípida repetición magnetofónica que la guía hace de un par de folletos memorizados, resta todo interés a la visita que, en todo caso, complace a la masa, especialmente cuando pueden hacerse algunas fotos junto a un par de armaduras, que por su estado no deben de ser más antiguas que el actual estatuto de Castilla y León y probablemente han sido hechas en China (o Albacete, que al caso es lo mismo)
De Peñafiel salimos para intentar conocer otros pueblos de los alrededores y, sin quererlo, nos sale una pequeña ruta de los castillos: seguimos por Cuellar y Coca. Interesante Cuellar, que parece estar despertando al turismo pero todavía conserva zonas casi intactas o paradas en una foto de hace cuarenta años. De hecho, muchas casa interesantes empiezan a estar a puinto del derrumbe., Espero que, ahora que los desmanes urbanísticos están un poco más perseguidos y empieza a haber una cierta conciencia de conservación del patrimonio, consigan recuperar sin estropear lo que queda de hermoso en el pueblo. El castillo y la Muralla, junto al pequeño parque arqueológico son una sorpresa ya que carecíamos de información previa y resultan mucho más atractivos de lo esperado.
En todo caso, aquí y en Coca, prescindimos de las visitas al interior ya que solo existen visitas guiadas y son ya demasiadas las frustraciones que hemos soportado de estos presuntos guías en nuestras vidas. Solo en el norte hemos disfrutado de buenas guías: recuerdo especialmente la visita a Estella / Lizarra, así como Sangüesa u Olite: en general, Navarra parece cuidar especialmente su turismo buscando guías que realmente conocen su profesión y aman lo que enseñan.
1 comentario:
Peñafiel es un pueblo aburrido y sin vida, al igual que cuellar y aligual que otros tantos pueblos de castilla y leon, y digo eso por no decir TODOS los pueblos.
Soy de peñafiel y es un pueblo que esta lleno de toda la inmundicia posible (no califico a nadie, aunque yo sepa quien son, y de que estoy hablando) peñafiel es un pueblo decadente y carente de futuro para los pocos jovenes decentes que en el habitan, pero bueno, no se puede querer todo, yo por el contrario estoy muy feliz de haber salido de ese pueblo infecto la verdad, y el que se sienta ofendido que se le va a hacer, es problema suyo.
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