
Acompaña a la imagen la emoción de la derrota injusta. Aunque no me gusta la estética fácil del perdedor, aquí la cercanía no es cuestión de estética (siempre es mas fácil sentirse cerca del que pierde, porque la solidaridad con el perdedor tiene un componente de dominio: me solidarizo porque puedo, desde una posición de control; ante el triunfador solo cabe la concelebración o la envidia).
¡Qué lejos del aspecto pijo, facha, autosuficiente, lleno de odio, desprecio e irracionalidad de los ricachones de Serrano que el sábado acudían envueltos en la rojigualda a cantar el himno a la plaza de Colón!.
Cuando más hacía el esfuerzo cívico (republicano, en el sentido original de la palabra) por identificarme con esa bandera española y constitucional que nos debe de representar a todos en esta democracia compartida, otra vez la derechona se quiere apropiar de ella y del himno. Lo intentarán, hasta que consigan que volvamos a considerar como propio sólo el de Riego y como bandera la tricolor. Setenta años después, de nuevo exclusiones, banderas, enfrentamiento. Con la de cosas que se pueden disfrutar juntos, con la de cosas que hemos hecho juntos en los últimos 30 años por el país ¡qué puta manía de volver a buscar una excusa para la diferencia!.
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