Creemos que el tiempo avanza poco a poco, paulatinamente. Que se nos escurre de las manos como la arena que lo representa en los relojes.
Pero a veces sentimos que realmente pasa a golpes, a grandes galopadas. Cuando realmente nos daña ese permanente transcurso es cuando se nos aparece como una revelación, cuando nos golpea su evidencia.
Últimamente tengo frecuentemente esa sensación. El pasado (mi pasado) empieza a ser un espacio demasiado grande. Aquellos 70 en los que desperté a la consciencia se convierten en un terreno demasiado lejano.
19 agosto 2007
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