23 marzo 2008

Algunos cementerios bellos

Un viejo amigo acostumbraba a visitar siempre las plazas de abastos de las ciudades por las que pasaba. Decía que era la mejor y más rápida forma de conocer a las gentes de un lugar.

Yo tengo otra costumbre diferente, probablemente producto de una cierta misantropía: prefiero ver los cementerios. Especialmente algunos pequeños cementerios de pueblecitos pequeños, ya casi abandonados. Lugares donde todavía los muertos son más que los vivos (dicen que en la actualidad, por primera vez en la historia, la humanidad viva es más numerosa que el conjunto de muertos que llevamos a nuestras espalda).

Algunos de esos cementerios, donde casi da envidia no quedarse permanentemente, son los siguientes:

En Nerín, una pequeña aldea del municipio de Fanlo, en los Pirineos, se encuentra esta pequeña maravilla que se adina ya tras una rústica puerta.


En Vila do Conde (Portugal), me encontré este abigarrado cementerio, unido al paso del tiempo también por la vecindad de un impresionante acueducto del siglo XVIII.
Y estos días en Picos de Europa he visto dos maravillosos ejemplos más. En Santa María de Lebeña, un recién florido y colorido cementerio.
Y, apenas a unos pocos kilómetros, el cementerio de Mogrovejo, asomado a las espectaculares vistas de los Picos de Europa
Por último, el que ya he citado en otro lugar de Santa Cecilia de Vallespinoso de Aguilar, donde destaca una solitaria cruz. Mientras el resto de tumbas se encuentran apiñadas a la entrada del pequeño cementerio, al final de éste, solitaria pero disfrutando ella sola del tibio sol del invierno, se encuentra una pequeña cruz:

20 marzo 2008

Fuente Dé y Cervera de Pisuerga: los peores Paradores

Lo mejor de los viajes es el viaje en sí (disfrutar del camino y sus sorpresas) y, al final de él, encontrar un lugar agradable donde poder repetir esos pequeños y cotidianos hábitos placenteros que el tiempo ayuda a reconocer.

Uno de esos hábitos es poder disfrutar de una copa de vino (o una cerveza, no nos caigamos en el pecado de “horterez” de quienes aparentan ser entendidos y no dejan de ser los palurdos haciendo gestos impostados de “sommellier” de curso por correspondencia).

Tomarse esa copa ante un gran ventanal con vistas a una montaña, mientras no suena ninguna música ambiente o solamente aquella que uno ha elegido y mientras disfrutas de una agradable lectura, puede ser el mejor momento de cualquier viaje.

Hasta ahora, una garantía de encontrar esos momentos era visitar algún Parador. Pero últimamente, parece que o bien su calidad decae o bien mis elecciones han sido plenamente fallidas. Por eso no puedo dejar de decir que mis dos últimas visitas a Paradores me han permitido conocer los dos peores de los hasta ahora probados.


Parador de Cervera de Pisuerga:
Un edificio feo sin paliativos, situado en un entorno espectacular, sólo puede ser preludio de un cúmulo de desastres. Nada más entrar al parador, la columna central del hall, está decorada con copias de las primeras páginas de los diarios locales del día de inauguración del Parador: todo un acontecimiento en la zona. Desde entonces poco ha cambiado y todo ha envejecido. Los muebles y el personal parecen los mismos pero empeorados por el peso incómodo de los años.

A la fealdad arquitectónica se suma un servicio en la cafetería y restaurante, limitado en número y capacidad. Tampoco es que sea muy necesario pues la cafetería, por ejemplo, cuenta con unas sillas que deben de ser producto residual de alguna muestra sobre la tortura. Imposible estar en ellas más de 10 minutos. A cambio puedes acudir al salón, con unos sofás que quizás fueran cómodos cuando se inauguró el Parador.

Carta limitada en el restaurante, crujido permanente de maderas que impiden el descanso, insonorización nula y esa maldita manía de obligarnos a pagar un precio excesivo por un desayuno innecesario (acostumbro a tomar un café y nada más, así que no me interesa la oferta de un buffet libre: quiero mi café y no quiero pagar por él 14€. Pero no te dan opción: la cafetería la cierran con mentalidad cutre-empresarial para que no tengas opción a tomar un café sin más) .

Parador de Fuente Dé:

De la misma época y el mismo estilo castellano rancio es el parador de Fuente Dé. En este parador la cafetería es igual de incómoda y el edificio igual de feo. La insonorización igual de nula y el buffet “libre” igual de “obligatorio”. También, al igual que en Cervera o que en el Parador de Almagro, la madera del suelo cruje inmisericorde bajo el más liviano paso de los huéspedes, haciendo difícil el descanso e imposible el silencio. Si a ellos le sumas que es fácil que el agua caliente falle y te tengas que duchar en frío varios días seguidos la experiencia se convierte en aterradora.

Pero solo has de pasar frío en la ducha. En el resto del edificio, a pasar de estar en la montaña, y de ser invierno, el calor es insoportable y te obliga a estar en mangas de camisa como mucho: un derroche energético que ayuda a explicar porque en este final de inverno Picos de Europa carece de nieve. Eso sí, luego “venden” su gestión ambiental y ecológica. Pura hipocresía o ignorancia.

Por tanto, insonorización nula, fealdad, incomodidad del bar y una carta corta y limitada son las más claras muestras de la baja de calidad de estos dos paradores con una relación calidad-precio muy baja y que sólo bajo alguna oferta o promoción especial pueden ser considerados como alojamiento en unos días de descanso.

11 marzo 2008

Indecisión gallega

Dicen que los gallegos son indecisos, que no se sabe si suben o bajan, si van o si vienen... que no saben / no contestan...

Pero... la verdad... la Dirección General de Tráfico, o la Diputación o el Ayuntamiento responsable de este cartel "indicador"encontrado en el pueblo de Cabeanca (Ourense) no contribuye mucho a cambiar las cosas: ahora no se sabe si suben, si bajan; si van o si vienen y, sobre todo, si girar a la derecha o a la izquierda...

Pero, si bien está claro que la indecisión puede ser un problema, al menos la buena educación está garantizada, como se puede comprobar en este otro cartel encontrado en un bar de Ourense:


Pues nada, está usted disculpado, estimado difunto.