Un valor asociado con el silencio, sin duda, es la discreción. Y un síntoma de que vivimos en una sociedad que desprecia el silencio y lo relega a algo marginal es que esa misma sociedad valora también cualquier comportamiento excéntrico o notorio por encima de la discreción.
En un momento en el que se cultiva el frikismo y donde la gracia, el cotilleo, el exabrupto o la ocurrencia son mejor valorados que la reflexión o el pensamiento, no participar, ocultarse, es la mejor forma de sobrevivir impoluto ante la marea negra de la vulgaridad.
Hoy es noticia que el matemático ruso Perelman rechaza la medalla Fields por sus avances en la resolución de la conjetura de Poincaré. El rechazo ha sido recibido en algunos medios como muestra de la personalidad antisocial del personaje. Pero lo cierto es que, para mí, es una muestra clara de una personalidad discreta: no querer aparecer donde no es imprescindible que aparezca. Él mismo lo justifica: “Ya sé que la autopromoción es algo corriente y si la gente quiere hacerla pues muy bien, pero no creo que sea positiva. "Si alguien está interesado en mi forma de resolver el problema, está todo ahí, que vayan y lo lean. He publicado todos mis cálculos, es lo que puedo ofrecer al público”.
Un ejemplo que, los periódicos más rancios se han apresurado a interpretar como un desplante a España, pías anfitrión del congreso de matemáticos. Qué pena dan estos opinadores.
Mientras, no hay más que asomarse a la calle o encender el televisor para ver como todos reclaman ser vistos, ser atendidos, ser protagonistas. !Ojalá pronto lo sean de su entierro!
22 agosto 2006
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