Odio a los gurús de la frase, capaces de construir cualquier discurso en torno a una ocurrencia genial, preocupados más de epatar a una audiencia fácilmente subyugable que de construir una teoría estructurada que soporte sus ocurrencias (la educación es cada vez menos reflexiva).
Esta forma de pensar es típica de individuos que en función del momento y del contexto pueden defender una cosa y la contraria siempre que encuentren una bonita frase que la soporte.
Son capaces de leer cualquier libro con un lápiz en la mano para apuntar cualquier frase “bonita “ o útil a sus propósitos sin, al final, tener una idea clara de cual era la tesis general del autor: lo importante será citarlos en su próxima obra, traerlos a colación en cualquier conferencia.
Ejemplos típicos: cualquier gurú del marketing, la economía o las tendencias sociales pude estar fácilmente en esta categoría. Quizás las tonterías de Matathia y Saltzman puedan ser de los mejores ejemplos.
05 noviembre 2006
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