24 septiembre 2006

Cosas infravaloradas.

* El amanecer
Frente a la literatura de la puesta de sol, el amanecer suele aparecer como un momento desagradable asociado al despertar y el madrugón. Sin embargo, y a pesar de que dormir es fantástico, el amanecer es un momento maravilloso. Me gusta incluso cuando estoy atascado intentando llegar al trabajo. Sentir como va cambiando la luz, el frío de la mañana e, idealmente, la lectura de la prensa ante un buen café mientras la luz se va imponiendo es un a forma ideal de comenzar el día con optimismo
* La monotonía:
La aventura, la novedad, la originalidad… sin duda tienen mejor prensa, venden más y tienen más seguidores declarados que la repetición y la monotonía. Sin embargo, no dejo de pensar que si necesitas tanto cambio es que algo falla, algo es insatisfactorio, en tu día a día. Por el contrario, disfrutar de pequeñas rutinas que hacen más agradable la vida nos acercan a una especie de felicidad zen fácilmente alcanzable. Obviamente, esto se puede decir cuando esas establecidas rutinas diarias son agradables y elegidas. Supongo que la rutina de la mayoría es insatisfactoria. Pero también hay una actitud de insatisfacción permanente que no ayuda a disfrutar del momento.
* La disciplina:
La vida en sociedad requiere la cesión de ciertas áreas de individualidad para poder convivir. Mantener esa convivencia obliga a algunas formas de sanción frente a quienes desprecian al conjunto por imponer sus propios deseos. Hoy existe un culto a la individualidad que parece obligar a respetar cualquier capricho individualista justificado por “mi libertad” o “mis derechos”. Sin embargo, hablar de obligaciones parece conservador y tiene preferiría
* El principio de autoridad
De forma paralela a la anterior infravaloración de la disciplina, surge una crítica y desprecio absoluto al principio de autoridad, basado en que la opinión de cada quien es tan valiosa como la del más respetable de los sabios. Esto, que sería bienvenido en la ciencia, donde sólo la prueba y el ensayo se imponen como argumento, resulta en la sociedad contraproducente. Si bien lo autoritario suele ser negativo, la ausencia total de autoridad supone un relativismo tan absoluto que se establecen seis mil millones de verdades, cánones, certezas. Así sucede que no hay más que abrir las orejas para escuchar como cualquier gárrulo soluciona todos los problemas de la humanidad con absoluto convencimiento, dos frases lapidarias y finalizando con un rotundo “y punto!”
* Los prejuicios
Tener prejuicios es siempre criticado. Sin embargo, no se reconoce lo buenos que son los prejuicios a la hora de economizar esfuerzos. Dado que no puedo juzgar todo con datos suficientes, sobre cosas menos importantes prefiero tener prejuicios. Lo importante es saber cambiarlos cuando dispones de más datos. Por ejemplo: yo tenía prejuicios antidiscriminatorios que me hacían ver a todos los colectivos con los mismos derechos, tendiendo más a juzgar individuos que colectivos. Ha bastado conocer un poco más a los gitanos para poder afirmar con cierto conocimiento de causa que se ganan a pulso en la mayoría de los casos el querer discriminarlos. Último ejemplo: ayer en el zoo (que lugar más horrible), hacíamos cola respetuosa para entrar al espectáculo de delfines. De repente llegan como 30 gitanos. Todo un clan: los mayores los churumbeles, las señoras… Y se ponen los primeros, sin ningún respe a la cola ya establecida. Lo más curioso fue la reacción de la gente: nadie protestó ni les dijo nada. Claro: eran 30 y todos debimos pensar lo mismo: “ya se sabe, son gitanos, no se puede esperar otra cosa y, si protestamos, la liarán o incluso nos tildarán de racistas”…

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