"Las virtudes se practican, no se exhiben". Esta frase de Carlos Castilla del Pino, hoy en El Pais, a proposito de Günther Grass, me parece perfecta para continuar afinando el elogio de la discreción del que hablaba en un post anterior.
Exhibición está en el extremo opuesto de la discreción y a un solo paso del exhibicionismo, que me parece la enfermedad de quien necesita invadir el espacio privado de los demás para compartir sus miserias o sus grandezas (que en este punto siempre se reconvierten en miserias).
Es lo que le ha pasado al escritor alemán. Ha querido ser algo más que un escritor. Un moralista. Y no entiendo porque a un escritor se le suele conceder más crédito como ejemplo moral, como referente social, que a otros colectivos.
La obra de Günther Grass o de cualquier otro escritor debería ser valorada solamente en tanto que obra literaria. El conocimiento del contexto, la biografía, la teoría..., no debería ser tenido en cuenta más que a posteriori, por quienes deseen conocer mejor al personaje.
Pero nada aportan a la belleza de la obra (único elemento que debería importar para juzgarla) al igual que nada aportan la personalidad, circunstancia o ideas del autor, totalmente prescindibles.
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