A veces la felicidad se aparece inundándote de una forma inesperada. Suele suceder cuando no la buscas, cuando no la esperas demasiado. Cuando necesitas poco. Cuando te dejas sorprender por lo cotidiano con nuevos ojos.
A veces basta que el final del verano traiga de nuevo los olores de la tormenta y el gris plomizo del cielo dé un aire de trascendencia al atardecer.
A veces basta con disfrutar del amanecer desde el atasco.
Y sobre todo, basta con no necesitar más que un poco de los demás (pero tenerlos) y un mucho de uno mismo
11 septiembre 2006
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